11 de septiembre, Perú. Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso, un grupo terrorista comunista peruano, murió a la edad de 86 años. Cumplía condena en el penal de máxima seguridad de la base naval del Callao, tras ser detenido en 1992 y condenado a cadena perpetua por la muerte de casi 70,000 personas.
Entre las décadas de 1960 y 1970, lideró una campaña terrorista contra el Gobierno y cometió numerosos crímenes sangrientos. Erudito profesor de filosofía, Guzmán estaba decidido a continuar con la ideología maoísta a través de una lucha de clases violenta e imparable. Durante mucho tiempo fue el hombre más buscado del país. Tras su arresto, Sendero Luminoso perdió su efectividad militar en acciones terroristas.
A pesar de los problemas de salud manifestados en el último periodo y la reciente hospitalización, Guzmán se negó a comer durante unos días y a ser trasladado a un centro de salud. Su estado se deterioró rápidamente.
Su muerte fue la ocasión para que el recién electo Presidente del Perú, Pedro Castillo, condenara todas las formas de terrorismo: “Nuestra posición de condena al terrorismo es firme e indeclinable. Sólo en democracia construiremos un Perú de Justicia y de desarrollo para nuestro pueblo”. Recientemente, De hecho, algunos ministros del partido Perú Libre habían sido acusados por la oposición de derecha de supuesta complicidad ocurrida en el pasado con Sendero Luminoso.
A su muerte, inmediatamente se abrió una disputa por su cuerpo, reclamado por su esposa Elena Iparraguirre, también guerrillera roja y actualmente detenida. El pedido no es fácil de aceptar: el riesgo es que el entierro de Guzmán se convierta en un referente y una fuente de inspiración para quienes abrazan la ideología de Sendero Luminoso.
Por el momento, la decisión sobre el asunto recae en el Ministerio Público que ordenó la autopsia. Si la Fiscalía rechaza la solicitud, el cuerpo será entregado al Ministerio de Salud. La propuesta de los agentes de inteligencia que capturan al líder en 1992 es incinerar el cuerpo y arrojar sus cenizas al mar. Sin embargo, es necesario evaluar la legalidad de esta solución.
Peter Paul Huayta Robles